EL BOSQUE

¿Qué sé de ti? ¿Sabes tú algo de mí? ¿Acaso no me dejaste atrás, cuando me arrastraba la corriente? Y yo sufría……Tan pequeña e indefensa, un tierno retoño en un bosque salvaje. Y con mi razón recién estrenada, pensaba: Creceré. Me alimente durante años de mis propias raíces. ¡Oh…… que ardua tarea! Y los árboles decían: “¡Qué bello es el bosque!” Y yo angustiada replicaba:“¡Llevadme, llevadme!” Cuán gustosa hubiera dado yo mis escasos brotes por ser una de ellos. “¿Has luchado tu contra los elementos? ¿Cómo va a brotar de ti la savia, Si tan siquiera has visto el sol?” Tronaban ellos. “Mi arte es más importante que todo eso”. ¡Cuán equivocada estaba! “¿Si nos da la misma luz, por qué vuestros troncos son más fuertes?”.  Decía yo. Y mi voz era un susurro. “Porque estas en el lado equivocado, aquí es donde más calienta”. Decían ellos. Pero yo me aferraba a mi trocito de tierra. Por nada del mundo me hubiera movido, pues aunque oscuro, frío e infértil, era enteramente mío. “¿Y si me marcho y después no puedo volver? ¿Me guardarían ellos una porción de su tibia luz, Allí donde más calienta?”

En estas cuestiones iban pasando los días. “¿Por qué pasas tu tiempo así?”Me dijo una vez una florecilla. “Mírame a mi. Mi vida es siquiera la mitad de la tuya, y soy tan feliz que todos me admiran y hasta las malqueridas abejas vienen a mí». Ciertamente, era bella. Pero si uno se fijaba bien, veía que sus pétalos no eran tan uniformes ni su tallo tan recto. ¿Y acaso no la visitaban las abejas por necesidad más que por admiración? Yo seguía caminando bajo el palio opresor de mi bosque. A veces las ramas bajas de los gigantes se enredaban en mi copa y otras me arañaban el tronco verde y sensible aún, pero que ya empezaba a denotar pequeñas durezas y callos. A veces hube de cruzar por pantanos hediondos, donde mis raíces desacostumbradas no sabían caminar, y me quedaba atrapado hasta incluso horas, días, soportando los insultos y anatemas de las criaturas que me rodeaban. Mientras yo soportaba el aluvión de críticas hasta que el sueño les vencía. Entonces era cuando yo lograba unir el poco coraje que me quedaba y lograba seguir caminando. ¿Adónde iba? No lo se….

Escribí hace años esta especie de «parábola» de la sociedad en la que tenemos que vivir y como aquellos que se creen más fuertes, hacen de esa fortaleza maldad y no bondad, pisoteando a diestro y siniestro para ganar un premio que solo les dará felicidad momentánea.

Este es el vestido de Zara que estaba super agotadísimo y que gracias a la investigación exhaustiva de mi Vicky, logré tener en mis manos. Aaaay, que haría yo sin ti…

Besos, Petra

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