Transcribo la entrevista que me hizo la periodista Isabel Barranco estas navidades.
11 años y el típico diario con candado que a todas las niñas les regalaban de pequeñas. 11 años y una mente en la que afloraban versos sin cesar y sin procedencia alguna. Con esa edad no sabes qué te deparará el futuro ni a qué te dedicarás cuando seas mayor. Ella es Petra, asesora de imagen después de 10 años, pero nunca ha dejado de lado lo que comenzó por necesidad, la poesía.
—Sobre todo creo que fue la necesidad más que otra cosa, la necesidad de expresarme, porque yo al principio escribía cosas y no se las enseñaba a nadie —hace una pausa pensativa.
Nos encontramos en la cafetería El Columpio, junto al colegio Ave María de Málaga, donde estudió Petra. Entre sus sillones, sillas de colores, lámparas que cuelgan del techo y vigas de madera por todo el local. Un café caliente nos acompaña en una tarde en la que Málaga está oscura. Hace frío y en cualquier momento se puede poner a llover. Ningún abrigo podría calmar aquellos escalofríos que recorren cuerpos ansiosos de calor en un día poco habitual en Málaga.
Vuelve tras la pausa… —Bueno, salvo alguna vez ya en el instituto. No se me ocurrió otra cosa que enseñarle a mi profesor un poema amoroso que había escrito. No a mi profesora de lengua, sino a mi profesor de gimnasia, un exlegionario retirado que creyó que yo estaba enamorada de él y le estaba declarando mi amor, fue horrible—.
“Más dura será la caída” es el libro que ha dado rienda suelta a sus versos tras haber ganado dos premios de poesía y haber publicado en diversas revistas. Más tarde llegó “El Enjambre”, muy distinto a lo que venía escribiendo. “una especie de ensayo, así un poco en tono irónico y cínico”. En 2012 abrió un blog de moda, en el que comenzó a volcar cosas y situaciones que le cabreaban cada vez que posteaba algunas imágenes. “Era como una especie de bitácora, como esto de “querido diario”, pero público”. Lo más característico de él es la inmediatez, el estar plasmado tal cual ella sentía en aquel momento y de la forma en la que lo escribió. Sin meditar mucho, escrito directamente.
“El ser humano es lo más voluble que hay en el mundo, está en la punta de la pirámide. Los animales sí se guían por costumbres y ellos sí son inamovibles, hacen las mismas cosas durante toda la vida, pero los humanos, no. Los humanos al tener esa inteligencia, hoy pensamos esto y mañana podemos pensar todo lo contrario. La gente se empeña muchas veces en crear unos dogmas y decir de aquí no me muevo yo. Tú no sabes las circunstancias que te van a hacer cambiar al lado contrario. Eso me sorprende mucho todavía”.
El Enjambre es un compendio de cosas que le pasa a la gente común y corriente. “Vivimos en una especie de enjambre, la sociedad es como una especie de enjambre. Las celdas son las casas y nos movemos igual que las abejas, en grupo y haciendo nuestras cosas como dentro de un todo”.
—¿Un descafeinado? —interrumpe el camarero.
—¡Para mí! Sacarina, por favor.
Petra, Petra… os preguntaréis de dónde viene. Bueno, ella se llama Patricia, Patricia Cortés Maldonado, pero siempre la han llamado Petra.
Petra Desiderata, así ha derivado su nombre. De un nombre real a un nombre artístico. La primera parte ya sabemos de dónde viene, pero, ¿y la segunda? Desiderata es el nombre de su blog, lo que significa un conjunto o lista de cosas que deseas, eso es una desiderata.
El nombre da que pensar, ¿no? Su libro está compuesto de todo lo que ella ha ido volcando en su blog. Surgen de acciones o hechos que le cabrean, pero al final… al final es un deseo, un deseo de que las cosas cambien.
—Mi madre dice desidratá y yo le digo, desidratá no, por dios, Desiderata —cuenta entre risas.
La malagueña califica El Enjambre como un ensayo. Explica que, para elaborarlo, uno se sienta y escribe lo que está pensando, desarrollando “una especie de artículo”. Pero la poesía no es así. “La poesía no la escribes tú, ella te escribe a ti. Te pilla donde sea, en cualquier momento, en cualquier lugar, sobre todo en cualquier estado de ánimo y ella comienza a contar cosas de ti”.
—Digamos que la poesía es la que te saca toda la mierda. Em… se pueden decir palabrotas, ¿no? —suelta con una media sonrisa y mirada cómplice—. La poesía es más compleja de escribir y leer. Además, así entre nosotras y que no nos escuche nadie —dice mirando hacia los lados—, los recitales de poesía son un coñazo. Cuando yo hago los míos se parecen más al club de la comedia que a un recital. Aparte, tiene que ser más dinámica, meterle cosas… La poesía es para recitarla en los bares cuando estás borracho o… no, pa’ llevarte a alguien al huerto. Tiene que tener fines prácticos —acaba afirmando con mucha seguridad.
El Enjambre incluye diferentes reflexiones a las que se les ha añadido un título. “Analfabestias” es uno de los “capítulos” de este libro. En él, se cuenta cómo hay personas que dicen abiertamente que no se han leído un libro en su vida, por ejemplo. Como si de un logro se tratase. Están orgullosos de su incultura y de vivir en la ignorancia.
—La ignorancia es muy soberbia. Es como señalarte y decir “pues mira, yo no me he leído ningún libro y mira dónde estoy, no me he muerto, hasta tengo trabajo y todo, no pasa nada, la vida sigue, el mundo no deja de girar”. Esto es algo que me chirría por dentro, como una explosión —dice mientras agita un poco la cabeza—.
—Esto es como las faltas de ortografía tan flagrantes que se ven hoy en día en las redes sociales. Yo me he convertido en una especie de adalid de corregir a todo el mundo, mis amigas me dicen “¡eres un grano en el culo!” —exclama con una voz en la que nadie podría saber si lo decía en serio o solo estaba partiéndose de risa—. Pero es que la escritura no es como decir “me voy a poner este jersey verde porque me gusta más que este rosa”.
El feminismo es un tema que está a pie de calle. En todo el mundo, mujeres y hombres salen a las calles a defender los derechos que propugna este movimiento, esta lucha. La Real Academia Española lo define como “principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”.
—Yo soy una mujer y obviamente voy a defender mis derechos y obligaciones. No te voy a decir un pero… —hace una breve pausa—, porque todo lo que se diga después de “pero” es como si no tuviera validez. Estoy de acuerdo con muchas de las cosas que se propugnan, que se promulgan en el feminismo moderno, aunque pienso que hay muchas figuras que no están bien traídas o que no se les presta tanta atención por ideología o por lo que fuera que tuvieran en su momento, pero eran mujeres e hicieron grandes logros.
Petra no es una persona religiosa, no va a la Iglesia, no es creyente ni nada que se le parezca, pero menciona a Santa Teresa de Jesús como una mujer y autora magnífica, una mujer a la que si se retrotrajera a los tiempos de ahora “sería la caña”.
—Es verdad que la Iglesia es uno de los estamentos con más machismo. Pero, ¿y si hay una monja que intenta cambiar esos estamentos y quiere hacer que las mujeres puedan hacer las mismas labores que los hombres? ¿Esa mujer es feminista o no es feminista? Porque está intentando modernizar, cambiar y abrir un mundo para la mujer, pero está dentro del ámbito religioso. Entonces, ¿qué collar le ponemos?
Como habéis podido leer, la protagonista de esta entrevista no es religiosa, pero estudió en el Ave María -por cercanía-, siendo este un colegio religioso (aunque es de imaginar por el nombre). Para ella se trata de una etapa más en su vida, de la cual, como en todas, ha aprendido.
—Una vez entré en la Iglesia no sé pa’ qué, pero llevaba una sudadera del grupo Dover, un grupo español de rock. Era negra, llevaba un demonio y ponía “Devil came to me”. Desde el altar, empezó a venir el cura, santiguándose y bendiciéndome. Y yo diciendo qué pasa, qué he hecho. El cura me dijo que cómo llevaba esa sudadera. Yo ni me había dado cuenta… Poco más y me busca los tres seis aquí en el casco —cuenta mientras se señala la cabeza y se ríe recordando aquel momento.
¿PERDONA?
Así titula uno de los capítulos de “Muchedumbre”, segunda parte de “El Enjambre”, que saldrá próximamente a la venta. Las mujeres, de forma constante, tenemos -que no deberíamos- que soportar comentarios horribles, repugnantes y despectivos por parte de una sección de la población masculina. ¿Qué piensan que van a conseguir mandándonos cosas obscenas?
– Hola, ¿qué tal?
– Hola, dime.
– No, nada, saludarte.
– Pues ya está, saludado.
—Tras tener esa conversación, empiezan a querer camelarme, yo que sé de qué manera extraña. Entonces ya es cuando les digo: “Mira, ¿quieres comprar alguno de mis libros o quieres contratar mis servicios como asesora de imagen?”. Luego, cuando les dices que no quieres quedar, que no quieres más amigos, ¡porque es que yo ya tengo amigos! —exclama algo enfadada—. Entonces, comienzan a insultarte. Me han llamado de todo lo que te puedas imaginar. Otros directamente te envían fotos de las partes íntimas, de ahí el artículo “¿Perdona?”. Me pregunto si les funcionará con alguna, tengo que hacer un estudio de estos sociológicos a ver.
—En el capítulo “Beatus Ille” hablas sobre cómo antes no existía la inmediatez, el tener que ir al videoclub a por cintas de vídeo o simplemente, no ver una película o jugar a un videojuego hasta meses después de que se haya estrenado. ¿Qué reflexión podrías hacer ante todos los privilegios que tenemos hoy en día? Pros y contras.
—Los pros son una gran cantidad de información al alcance de la mano, aunque no siempre veraz. Tengo que puntualizarlo, porque las redes tienen su lado oscuro, la información no siempre está contrastada. La gente no se da cuenta, lee cosas y dice “¡oh, dios mío!” y yo… pero si eso es del “Mundo Today” —cuenta sin poder parar de reír—. La gente se cree todo y eso es un peligro. Precisamente eso es también el contra, el acceso a información que nos hace estar “infoxicados”. Muchas veces pierdes el hilo. Creo que esto puede repercutir en el déficit de atención de la gente más joven, no son capaces de concentrarse.
Después de más de una hora de charla, porque esto se parece más a una charla entre amigas que a una entrevista, el café se ha acabado, pero la conversación no cesa. Un palique constante en el que, si hay preguntas, es porque ya hemos pasado 15 minutos hablando sobre un mismo tema, contándonos nuestra vida y hay que pasar al siguiente.
—Vox —digo.
—¡Qué susto!
En algunos capítulos, Petra escribe sobre cuánto vale una vida humana. ¿Cuánto valdrán las vidas que mueren ahogadas intentando venir a España o aquellas vidas que, aunque llegan, son tratadas con mucho desprecio y odio por parte de la población? Que se vayan, dicen, que solo roban, violan a nuestras mujeres, nos quitan el trabajo y traen droga, vuelven a decir… ¿No será esto un sacrilegio a la vida humana?
—Metámonos todos y que salga el que pueda, unos por esas cosas y otros, por otras. Hemos tenido la suerte de nacer en España, un país en el que hay seguridad, que estamos bien económicamente aunque debamos hasta agua en Loja. No nos falta de nada. Pero fíjate hasta qué punto te condiciona dónde naces. Ni todos son tan malos, ni todos van a ser tan buenos, habrá de todo, igual que en España. La gente es mala sobre todo por la educación. Todos tenemos instintos bajos, lo que pasa es que a veces, hay quien los saca a la luz y hay quien no, que se lo piensa dos veces. La estupidez y la maldad no excluyen ni religión, ni raza, ni género ni ideología política. No es inherente al humano en general. Eso de generalizar es muy peligroso —suspira.
—La diversidad es maravillosa. Querer que un país o una ciudad no se mezcle, que mantenga esa cosa endogámica… ¡eso es un atraso! —exclama con fuerza y seguridad. Con lo maravillosa que es la pluralidad, mezclarse… La endogamia no es sana. Hay que mezclarse, orearse.
—Vox —de nuevo… suspiro y se hace un silencio. Intolerancia, ¿intolerancia a qué?
—De momento nadie me ha asociado con Vox, aunque una vez me pasó algo curioso. Yo le mandé mi curriculum como columnista a varios periódicos y creo que me contestaron La Vanguardia y un periódico que no tenía ni puta idea de quién era —le di permiso para decir palabrotas—, pero luego me puse a investigar a raíz de su contestación y por lo visto es un periódico de ultraderecha. ¿Libertad digital? Libertad digital, creo que sí. Su contestación a mi correo fue: “Olvídese de que existimos” —comienza a reírse sin cesar, como si le hubieran contado la anécdota más graciosa del mundo—. Leerían a lo mejor algún artículo feminista y me pusieron eso, pero… ¿tú te crees que un periodista puede contestar eso? —pregunta mientras expresa cara de desesperación.
—Claramente no —digo.
—No sé si te habrás leído el programa electoral de Vox, porque hay mucha gente que no se lo ha leído, que votan por inercia, pero no tiene fondo. Ellos se basan en poner por delante tema de mujeres, feminismo, colectivo LGTBI e inmigración, básicamente. Pero luego no hay más detrás, no hay fondo. No tienen política ni de economía, ni social… no. Lo que proponen también son temas importantes, pero lo ponen como si fuera un estandarte. Luego ya está, se queda en nada. ¿Dónde está la seguridad social, la educación…? El número de votantes de vox va a ir proporcionalmente en envío de fotos de partes íntimas a nuestros perfiles, vaya, creo yo, no sé por qué, pero me parece que es directamente proporcional —dice mientras acaba descojonada, porque mejor reír que llorar.
—¿Me podrías decir algo por lo que saldrías a reivindicarte?
—Uf, qué difícil, ¿no? —dice mientras se queda pensativa—. Pues yo, por ejemplo, me acuerdo que salí a manifestarme en la época del gobierno de Aznar en contra de la guerra. Y sí que saldría y me manifestaría o lo diría públicamente porque estoy en contra totalmente de cualquier tipo de violencia de la clase que sea. No me gustan los abusos de poder y el avasallamiento. Luego, sobre todo también para que la gente lea y eduque. Leer, informarse y educar, porque, al fin y al cabo, nuestros hijos son nuestra responsabilidad. De la sociedad también, pero en primera instancia de los padres. Que eduquen en valores, igualdad y respeto. Porque si los hijos en casa ven violencia, va a llegar un momento en el que lo van a normalizar y luego lo van a ejercer, porque creerán que es normal tratar así a las personas.
Son las 19:30, ya se ha hecho de noche. Llevamos dos horas en el bar y probablemente una sin tomar nada… Puede ser que nos echen en cualquier momento. Mientras seguimos inmersas en nuestra conversación, en la mesa de al lado se escuchan risas, pero nada que nos distraiga. Aun así, ya se va acercando la hora de irse. Última pregunta.
—De todos los capítulos de El Enjambre, si tuvieras que elegir uno, ¿cuál sería el que más te representa?
—A lo mejor el de “Medusas”. Si lo lees, creo que es muy representativo de la sociedad, de cómo se mueve la gente en grupos, y creo que están perdiendo un poco la individualidad. Esa exclusión… No inclusión, que estemos todos ahí “reliaos”, que es lo guay.
Parece que ya se acaba esta entrevista. Esa entrevista que pareció ser la más corta del mundo, pero que abarcó toda una tarde. “¿Te firmo el libro?” -pregunta sonriente-. A lo que yo pienso: “se me ha adelantado, que mal he quedado”. Pero dudo que ella pensara algo así. Petra, con una mirada que refleja a una mujer muy segura de sí misma y que te podría partir en dos, pero con una sonrisa que haría brillar los ojos de cualquiera. Ella no podría pensar algo así. Y sí, la entrevista ha terminado. Un abrazo de despedida, dos besos y un “hasta luego”. Un hasta luego de próximo reencuentro, de dos personas que han conectado.
La verdad es que fue una tarde muy agradable que se pasó volando contándonos nuestras confidencias. Mucha suerte, Isabel y gracias por todo.
Besos, Petra
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