TERRA NULLIUS (IV)

…Teté luchó contra las náuseas. Tragó la saliva que se le acumulaba en la boca y respiró hondo. Sabía qué se escondía tras la piedra de molino apoyada en la pared. Lo sabía porque habían sido sus manos las que habían recogido las piernas para ocultarlas, luchando contra el rigor mortis, temiendo causar un daño en la muerte a aquel que tanto le había causado a ella en vida. Salió nerviosa por la cavidad de la puerta, a gatas, rasgándose el vestido con la madera astillada y con el corazón bombeando tan fuerte que dolía. Dio una vuelta completa a la construcción para asegurarse que no hubiera nadie. Giraba sobre sí misma y alrededor del molino, como una danza ritual macabra, fijando la vista con ojos desorbitados mirando más allá de los montes, en las cimas, en las laderas, las cañadas…. Cuando se hubo asegurado, volvió a entrar y se acercó lentamente a la piedra, deseando con todo su ser que el cadáver no estuviera allí. Soltó un jadeo involuntario cuando se asomó y vio unas manos que se erguían en un gesto desesperado, con los dedos como garras queriendo agarrar algo invisible. Unos ojos la miraban lívidos; glaucos, mientras la boca, en un rictus severo de labios cerúleos, seguía demandado una atención que nunca mereció. Los rasgos deformados a causa de la hinchazón post-mortem afeaban lo que había sido un rostro que parecía cincelado mimando cada detalle hasta la perfección. Ni siquiera se había parado a cerrarle los párpados. Había sido todo tan extraño, tan rápido; como un sueño… Se acercó con mano temblorosa a la cara. El tacto era frío y como gomoso. Blindó para siempre sus oscuras pestañas y retiró la mano rápidamente; temiendo que él le asiera la muñeca de un tirón y quisiera besarla con sus labios fríos y azules.

La mente de Teté se puso a trabajar. Había visto las suficientes series de crímenes, para intuir que deshacerse de un cuerpo no era ni fácil ni limpio. Pensó con frialdad desconocida para ella en los instrumentos y materiales que necesitaría para cortar el cuerpo en pedazos y transportarlos en el carrito de la compra sin ser vista a un lugar lo suficientemente alejado e inhóspito para que nadie lo descubriera antes de que la madre naturaleza hiciera su trabajo. Quemarlo sería más rápido, pero el humo era escandaloso y se podía ver desde lejos. No; lo mejor sería enterrar los restos, o dejarlos caer por un barranco profundo e inaccesible. Necesitaría una sierra y plásticos para envolver los trozos y uno más grande para llevar a cabo el descuartizamiento sin que la sangre y los fluidos dejaran huella. Se sorprendió de la practicidad de su mente y hasta se sintió un poco orgullosa de su perspicacia. Le urgía ponerse en marcha y rápido y así lo hizo. Andando hacía atrás con la vista fija en la piedra se dio la vuelta en la puerta y se agachó para salir por el agujero, cuando al sacar la cabeza, su coronilla choco con algo duro. Confundida más que otra cosa, vio unas botas de montaña y al enderezar la vista, unas piernas largas y fuertes enfundadas en unos pantalones de camuflaje, y más arriba aún una cara en sombras que la miraba con curiosidad. No le dio tiempo a ver más, cuando sintió que se desvanecía. Lo ultimó que recordó fueron unas manos grandes que la asían por las axilas y la arrastraban hacía fuera.

Cuarta entrega de Terra Nullius y la historia de Teté. Parece que lo tiene crudo…

Besos, Petra

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