“En verano, los tejados de las abigarradas casas se aplastaban bajo un cielo blanco y cruel, donde no se atrevía a volar ningún pájaro. Solo los impenitentes  moscardones ponían un tono de pegajosa melancolía al paisaje y los perrillos tiñosos se adosaban a las paredes buscando una mínima sombra para rascarse a gusto. Cada hora las campanas de la…