ODA A LA DEMOCRACIA O PORQUE QUIERO A MI GORDO CABRÓN

*Tanto el título como el texto no son míos. Son de alguien que, amablemente me lo ha cedido. obviamente se han cambiado los nombres por aquello de la privacidad. Lenguaje explicito.

«Amigo Fulgencio, por el amor que te tengo y porque me considero de tu misma sangre, me
atrevo a comentarte por aquí, aunque mi postura generalmente es la de la afasia y a
sabiendas de que esto será público y por tanto, estaré sometido a la crítica, cosa que por
otra parte, me la repanfinfla.
Pongo por delante que ayer pasé OLÍMPICAMENTE de ir a votar. Es una actitud como otra
cualquiera que me permite tomar la ley de este país y debería ser respetada.
Decía Juan Ramón: «Intelijencia, dime el nombre esacto de las cosas. . . «
Creo que es un deber de los intelectuales y de las personas que manejan las palabras,
usarlas con propiedad para aportar cada uno su grano de arena si queremos construir un
país mejor.
Esto viene a cuento por tu comentario ‘triste día para la democracia ‘.
Yo, humildemente, pienso que para la democracia no ha sido un día triste ni alegre, sino un
día más bajo el sol desde hace aproximadamente unos cuarenta años que se vino a vivir a
España.
La democracia es ‘el gobierno del pueblo’ y los resultados son los que ha dicho el pueblo.
Habrá una parte del pueblo que esté triste, otra contenta, otra expectante, otra que pasará
de todo. . . Pero la democracia no está ni triste ni contenta. Eso pienso yo. Por lo tanto,
escribir ‘triste día para la democracia ‘ es arrogarse la propiedad de toda ella sólo para una
parte del pueblo.
Todas las personas de bien estamos hasta el nabo de este puto país de corruptos y
delincuentes. También estamos hasta el puto nabo de la cultura del pelotazo, esa que ha
venido funcionando en España todos estos años hasta que nos han dejado prácticamente
esquilmados. Pretender ‘llegar y topar’ es pretender continuar llevando a la práctica la
cultura del pelotazo.
En cuanto a cosas rancias, todavía quedan un montón de españoles que enarbolan rancias
banderas que sólo representan a unos pocos y pretenden imponerlas por cojones.
Me importan una polla las banderas, los gustos sexuales de cada uno o la pasta que tengan
mientras la hayan ganado honradamente. Lo único que me gustaría es poder dejarle a
nuestros hijos un país donde puedan vivir felices y prosperar. Un poco menos maniqueo, un
poco menos atrasado, un poco más justo y un poco más duro con los tramposos.
Es responsabilidad de cada uno contribuir a ello desde sus capacidades.
Y es por eso por lo que me he tomado la molestia de escribir éste largo mensaje.
Muchos abrazos, amigo Fulgencio.»

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Y vosotros diréis: ¿Que nos importa a nosotros la opinión de un cualquiera? Vale. Aceptamos barco. Solo, me pareció, cuanto menos, curiosa…

Nos vemos el miércoles.

Besos, Petra

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