THE DOORS

En la vida todo es abrir y cerrar puertas. Pero lo jodido del asunto, es que esas puertas que abres, te llevan a otras y esas a otras, y así sucesivamente. Un asunto peliagudo es cuando llegas a una habitación en la que no hay puertas y tienes que volver por dónde has venido. Esa que juraste no volver a traspasar. La existencia se reduce a eso. Recular no es un plato de buen gusto. Siempre, hay que ir hacia delante; dicen. Pero en ocasiones se necesita revisionar el pasado, no para alterarlo, no, si no para mejorar el presente. O procurar no volver a resbalar en el mismo suelo mojado (aquel en que ya casi te quedas tendido, que te trae más cuenta). Claro, que también se puede ir rompiendo puertas a patadas, yendo de habitación a habitación, sin pararse un momento a mirar que hay en cada una. Así van muchos. Y cuidado no te cruces en el camino de semejante rinoceronte miope y te falla a confundir con un canto del camino…

Todo es como en el laberinto mítico. Con su Minotauro sediento de sangre y vírgenes y el héroe Teseo, dispuesto a matarlo. Así vamos rondando por estos lares, a veces solo rodeados de malvados y sin poder revestirte de heroína para salvarte a ti misma. Todo es morir o matar. Pisotear y ganar, nadar más rápido y ganar, lamer más culos y ganar… ¿Cuál es el premio? Cuando a Aquiles se le preguntó si elegía una muerte en la vejez rodeado de su familia o una muerte gloriosa en la flor de la juventud, no se lo pensó un instante: Escogió la inmortalidad.

Los mediocres no sienten la necesidad de dejar un legado a este mundo. Y no nos equivoquemos; la vulgaridad existe en todos los estratos y en todas las profesiones y viceversa. Lo brillante puede encontrarse en el lodo, sólo que seguramente morirá sin ver su obra o, como mucho será una estrella fugaz que cruza el cielo por un instante y lo invade de luz para morir al instante.

Abrir pesados portones a veces, con el esfuerzo que supone, para encontrar agujeros oscuros y hostiles con la vileza acechando en las sombras. Siempre se piensa, se supone, se espera, que, tras pesados portalones, te espera una habitación luminosa y fragante; un jardín del Edén…Pero no es así o, al menos no conozco a nadie que le haya ocurrido. Las puertas de la luz siempre son livianas, están entornadas, como invitándote a pasar a ese fantástico mundo. Eso es lo que creo yo. No sé si así será la última que cruce…

Mientras tanto, braceamos incesantes en esta laguna Estigia, manoteando, chocándonos, ahogándonos unos a otros por una bocanada de aire que nos insufle de vida. Los miembros cansados ya, sin nadie que te tienda una mano desde la orilla. A veces desearía dejarme ir e hundirme poco a poco en la oscuridad del océano para ser tragada por la inmensidad, mi pelo flotando como un halo y un rictus entre la sorpresa y la tranquilidad…

 

Próxima parada: Feria del libro de Sevilla…

Besos, Petra

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