OPINIONES PERSONALES

Yo ya había oído por ahí eso de: «Las opiniones son como el agujero del culo, todo el mundo tiene uno, pero pensamos que el de los demás apesta». Pues, a tenor de acontecimientos recientes, debe ser verdad… Pero, ¿Hasta que punto nos influyen las opiniones de los demás? ¿Se tiene en cuenta la persona que las emite y la cercanía o empatía? ¿Ofende el que puede y no el que quiere? Yo, la mayoría de los días y en cómputo general, no me considero mala persona ni sibilina. Pero esto puede ser una percepción mía, lo mismo los demás me ven como una pérfida bruja o una Mata Hari con ínfulas. Que lo mismo mi «yo» es muy cabal y social pero cuando me sale el «ello» soy capaz de arrasar con lo que me rodea y sin pizca de remordimiento ni resistencia moral alguna oiga (Se nota que he retomado a Freud). ¿Debemos hacer (parece casi una servidumbre) un «Drama Queen» cada vez que un congénere critica nuestra forma de vestir, trabajo, como educamos a nuestros hijos o «póngase aquí cualquier otra cosa susceptible de crítica»? ¿No es más inteligente pasar página? No es que yo sea una tibia. Veréis, cuando adornaron mi puerta con el «graffiti» ( a bolígrafo por suerte) «Aquí vive una puta», en un primer momento me cagué en todo lo cagable más, por una cuestión de orgullo putero y porque tuve que sacar el cepillo y frotar a base de bien, que por una cuestión de ofensa. Pasados esos instantes de estupor y juramentos varios pensé: un momento: ¿Yo soy puta? y como la respuesta fue negativa, pues a otra cosa mariposa. A día de hoy sigo sin saber si se equivocaron de vecino, si fue una gamberrada como otra cualquiera o si fue un acto puramente informativo (algo así como un bando del alcalde) por verme salir sola y arreglada a horas intempestivas y entre semana cuando voy a algún desfile o evento. Andamos por la vida con la escopeta cargada, esperando una pequeña nimiedad para agarrarnos a ella como si nos fuera la vida en ello y pegar palos de ciego (o con vista) a diestro y siniestro, con el convencimiento absoluto de  que somos cistius, altius, fortius y ningún mindundi nos va a pasar por encima sin pararnos a pensar que a esta vida no venimos a sufrir, venimos a vivirla con todas las consecuencias. Es una convención social de estos tiempos el estar constantemente ensalzando nuestras habilidades y relegando nuestros defectos a un oscuro rincón cuando, amigos, la perfección no existe y las taras son tan necesarias como las virtudes; incluso más diría yo. Ni la vida ni el mundo que nos rodea van a cambiar, así que en lugar de creer a pies juntillas en Dioses (ya sean religiosos, paganos, monetarios, instagramers o youtubers), más nos vale aceptarla tal como es, con sus luces y sus sombras y aprender a devenir con resolución y como decía Epicuro; siempre buscando el placer allá donde se encuentre…

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Esta tarde empezados con la rehabilitación de Pequeño Pony (stop) ya os iré contando como va la cosa (stop) necesito un spa urgentemente (stop)

Nos vemos el jueves

Besos, Petra

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