LA FERIA DE LAS VANIDADES

Seamos consecuentes. La vanidad nos puede. En estos tiempos de exposición tan excesiva y descarada, a nadie le amarga un dulce; cierto es. Nunca he visto nada de maldad en ser vanidoso. Tener amor propio es necesario y sentir orgullo ante la consecución de metas y objetivos propios es signo de inteligencia al igual que aceptar las derrotas y subsanar los errores. Ahora bien; la línea que separa la vanidad del egocentrismo es muy fina y difusa. La vanidad ni siquiera es un pecado capital, sin embargo una persona con el ego como una montaña lleva a cabo uno de los peores pecados: el de la pereza. No pereza en el sentido estricto de la palabra (vagancia, desgana, desidia…) sino la pereza que provocan en el oyente de su monologo constante y repetitivo enumerando sus logros sobrenaturales y Hercúleos y omitiendo (obviamente) las cagadas que también forman parte de su condición humana. Dorian Gray contenía en su persona toda la vanidad del mundo, pero cuan interesante era…. Todos los vicios y todas las virtudes explosionaban en su interior con un exotismo y una curiosidad inquietantes y morbosas.

Tener a quien quieras comiendo de tu mano es facilísimo si sabes cómo y no lo usas como poder para el mal (en plan super héroe de Marvel). Ni siquiera hace falta leer el tan poco entendido y mal enfocado » Príncipe» de Maquiavelo, solo quitar polvo a las  vanidades ajenas  y sacarlas a flor de piel. A veces hasta es constructivo y todo, pero ¡Ojo! que con estas cosas de la psique hay que tener cuidado. Muchas veces puedes crear un monstruo que se revuelva contra la mano que le da de comer y querer volar solo y sin mirar atrás. Como Ícaro que tanto se dejó deslumbrar por el sol que quiso tocarlo y al final el batacazo fue bestial. La mitología está llena de casos de vanidad que acabaron mal. Casi todos, en realidad tienen un componente acusado de este complejo. (Es que estos griegos tenían un alto concepto de sí mismos creo yo). Así que en esta «Vanity Fair» en la que estamos envueltos ten siempre templanza a la hora de halagar y recibir halagos. A fin de cuentas, por mucho que opinen, e hipnoticen como encantadores de serpientes, haz introspección y sabrás distinguir el grano de la paja porque….¿Quién te conoce mejor que tú?

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Yo me meto en este saco de la vanidad, porque no decirlo. Pero es que por extensión me meto también en el de todos y cada uno de los pecados capitales. En algún momento o circunstancia de nuestro devenir todos hemos incurrido en la envidia, la gula o la lujuria sin duda. Solo hay que pensar y recordar antes de darse golpes en el pecho negando la evidencia y lo humano.

Nos vemos el viernes.

Besos, Petra

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