FLOR RARA

Hace tiempo que no os pongo una «coplilla» y, como entre el puente y el cambio de hora, estoy como rara, me apetece poneros esta:

FLOR RARA
Buscando esa flor rara
me elevé contigo por encima del mar.
Hollando nuestros pies esos caminitos pedregosos
que tantos pies habían andando antes que nosotros.
 ¡Qué más nos daba!
Era tan nuevo y tan salvaje para nosotros….
Intento recordar como he llegado  hasta aquí
y mi mente no me responde.
Solo el corazón vuelve la vista atrás dolorido
cada vez su roja tez más desfigurada.
¿Y qué son nuestros corazones, sino estos cantos rodados
a los que dan forma los elementos?
Nuestra voz quedará flotando en el viento
como en un bucle infinito,
para que las almas venideras puedan oler nuestra presencia.
Y por las lindes del camino
buscamos sin buscar
esa flor rara que no quisimos ver.
¿Por qué será que cuando más confundidos estamos
más se bifurca el camino?
Tengo tu olor en mis manos.
Llevas mi olor en las tuyas.
¿Un capricho árabe? ¿Una bagatela?
Justo a mis talones un tajo abrupto,
una falla, una sima insondable.
¿Y si extiendo mis brazos cual alas de albatros y me dejo caer
mientras mi pelo revolotea en el cielo?
Mientras caiga; que serenidad, que paz de espíritu,
que redimir de mis pecados sin pagar precio alguno…
¿Y si extiendo mi mano cautelosa hacia delante?
¿Acertaría a tocar desde mi mundo de grises
toda esa profusión de color?
Miedo irracional a correr tan fuerte
que  los pulmones casi estallen,
que mis ojos no vean más que una masa informe y multicolor.
Miedo de las risas pueriles,
de las sonrisas congeladas en un rostro desconocido ahora para ti. Terror a los besos que no se han dado,
a los que se han dejado dar…
Una tremenda soledad, un vacío inquieto.
Voces que claman en mi interior,
voces suaves, lastimosas, voces que no gritan.
Mal asunto.
Poetas de la destrucción….
Solo un apelativo que ellos no eligieron llevar.
El reloj va marcando las horas de esta vida que se agota gota a gota.
 Se desmadeja sin encontrar aún el cabo primero y agarrarse a el.
¿Por qué escribir poesía? ¿Para qué? ¿Para quién?
Allá arriba en la montaña
¿No te resultaba el aire un poco viciado?
Fresco, si, pero con partículas imperceptibles casi
de antiguos sinsabores.
Insectos que zumban a nuestro alrededor
haciendo caso omiso al palpitar de nuestros corazones.
Y los cuentos….
Esos si son nuevos, esos si son frescos.
Tienen la inocencia de una doncella con la boca de fresa,
las mejillas arreboladas y el aliento de lavanda silvestre.
Una soñolienta canción que sopla por encima de nuestras cabezas.
Un sonetico que golpea suavemente nuestro pecho
mientras bajamos deprisa por el collado….
¿En busca de que?
 ¿Del mar?
 ¿Del duro pero tranquilizador asfalto?
 ¿De una rara flor….?
No intentemos disfrazarnos del personaje del cuento,
 pues nosotros somos el cuento mismo.
 Fabula que se va escribiendo con miradas y caricias,
con palabras también, escritas en nuestros apergaminados parpados….
¿Y de qué sirve contar cuentos, en esta era sin amor?
Sin ninfas, sin nínfulas, sin musas…
Observar con ahínco, con los ojillos abiertos de par en par
cosas en las que el resto del mundo siquiera repara.
¿De qué sirve como dice la canción,
“que solo tenga que mover los labios
para hacer poesía”?
Dime, quien quiera que seas perversa deidad.
¿De qué sirve tratar de acabar unos versos de un poema
que por derecho es inconcluso….?
 
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 Para todos aquellos que estéis de puente; primero deciros que os odio profundamente y segundo, que ya sabéis, si notáis las orejas «colorás» haced caso omiso y disfrutad como locos.

 Nos vemos el jueves.

Besos, Petra 

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