ELLAS

De todos es sabido que las mujeres interpretan mejor las señales. Debe ser una herencia ancestral el tener visión periférica para estar al tanto de que el niño  no se caiga al río, de recolectar las bayas maduras,  y atisbar por el rabillo del ojo el fuego que se apaga y eso sí que es grave. Los hombres sin embargo, van más como al conjunto; a lo gordo. No se paran en los matices, por eso a veces toman decisiones precipitadas con el consecuente desaguisado. Al ser «el sexo débil» ( y lo pongo entrecomillado porque es un hecho inexcusable que somos menos fuertes físicamente), hemos tenido que desarrollar nuestro intelecto como arma defensiva y arrojadiza. No hacía el hombre per se, sino contra todo aquel o aquella que amenazara nuestra seguridad y nuestra condición. No voy a caer en la tentación de decir la manida frase: «las principales enemigas de las mujeres son las propias mujeres», pero si voy a hacer un apunte: Durante el transcurso de estos 38 años de existencia, la proporción entre maldades (en plan sibilino) hacía mi persona se ha decantado siempre y con diferencia hacía el lado femenino de la balanza. Si, porque las mujeres sabemos, podemos y utilizamos la información y el mal de manera inteligente y sin pudor. No estoy disculpando ni mucho menos a ellos, ni poniéndolos como meros títeres en manos de una oligarquía vaginal, simplemente digo que los ciclos del hombre son más lentos y desde hace un par de siglos se ha visto abrumado y sobrecogido ante el ascenso de su compañera de una manera tan brutal que no han sabido reaccionar ni estar a la altura. Por lo cual, la mujer que se siente como Alejandro Magno en sus conquistas, va ganando batallas a veces sin medir las consecuencias. Las feministas se rasgan las vestiduras si ven un cartel de una película de super héroes en el que el malo malísimo estrangula a una no menos mala; pero siguen tachando de putas a esa amiga que hoy lleva un escote mayor que el suyo. Lo políticamente correcto en estos días es ser feminista (con acritud), anti sistema (de lejos), voluntaria (que no manche), ambiguo sexual (postureo) y tener una cuenta en Instagram (obviamente) para volcar todos estos momentos perfectamente estudiados.  Y vosotros pensaréis: ¿Pero que me está contando esta mamarracha, si ella es la primera en hacer postureo sin fin? Cierto es; lo peliagudo viene cuando se empiezan a difuminar las líneas entre la realidad y la ficción y piensas que esa de las fotos eres tú de verdad. A veces si los conceptos e ideas se radicalizan, los extremos llegan a tocarse, por eso en estos tiempos aciagos las «feministas» quieren rizar tanto el rizo que al final se les chamusca la permanente y consiguen el efecto contrario. Lanza tus ideas al mundo pero, hija mía, no impongas que cada uno tiene un criterio igual de respetable que el tuyo.

Las maravillosas fotos son obras de Javier Cebreros. Como siempre, un placer.

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No penséis que soy la creadora de una nueva «Sección femenina» 2.0 ni nada por estilo, pero se me ha ocurrido pensar que todas esas humanas que se mueren por una habladuría y que su mayor aspiración en la vida son los «correveydile» y los «dimes y diretes», que mas les valdría ponerse a hacer Petit Point y venderlo en un mercadillo, porque así harían algo constructivo. No uséis  vuestro poder para el mal, que eso está muy feo…

Nos vemos el miércoles.

Besos, Petra

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