LA EDAD DEL PAVO

Tengo un grano como una cabeza nuclear amenazando con hacer explosión en cualquier momento. Creía que al cumplir los 40, las glándulas sebáceas darían de mano, pero no, ahí siguen las tías dándolo todo. Patroclo le he puesto de nombre (al grano), por aquello de echar por tierra los cánones de la belleza clásica.

Así que siguiendo la cadena de pensamientos granos-adolescencia-Grecia clásica en plan Sherlock en sus mejores tiempos, me ha dado por pensar como vivirían la edad ingrata los antiguos atenienses. Porque a ver, tendemos a pensar que la adolescencia es una etapa moderna que instauraron los victorianos en el XIX porque ellos nacían, crecían y morían en una larga y tediosa lasitud que seguro de ahí vienen la expresión “eres más lacio que un victoriano”, pero no. Las modas escatológicas, las espinillas, las coreografías estúpidas en grupo, las risas tontas, la revolución hormonal…Todo eso y más, no corresponde a una época en concreto, sino que es inherente al ser humano. Yo ya me imagino una conversación adolescente tal que así:

“—Desde luego Agapea que desde que viste a Adonis por un agujero del gimnasio con el falo enhiesto, estás que no te llega la túnica al cuerpo. —¡Ay, Lisistrata! Si es que vivo sin vivir en mí…No me negarás que el muchacho tiene una superdotación importante… si es que no puedo evitarlo, cuando lo veo haciendo la carrera de relevos me llevo una semana con torticolis de tanto seguir ese bamboleo. —Ya, ya, pero ese no está ahora en edad de tocar ningún clítoris si no en la de que le den lo suyo y lo de su primo por la trasera. Ea ea Lisistrata, tiempos vendrán mejores. Si quieres esta noche nos damos una vuelta por Lesbos que ahí lo mismo nos hacen caso y nos alegran un poco el espíritu. Oye, ¿Y Eros? Ese está que bebe los vientos por ti y besa el suelo que tu pisas. —¡Anda, por zeus! ¡Pero si ese es un pánfilo! Con ese bigotillo de pelo de melocotón y la cara en obras. ¡Quita, quita! Además, todavía no le ha cambiado la voz y lo tienen enchufado de castrati en el coro de Hestia hasta que se descubra el pastel. Vale que esto es Grecia, Agapea, y sabemos cómo se las gastan nuestros hombres, pero es que éste encima de homosexual, está amariconado. —¡Pero niñaaaaa! ¿tú has visto la hora que es? —A ver, Agapea, que estas espesa hoy… ¿Cómo voy a mirar la hora si el reloj de pulsera no se ha inventado todavía? — ¡Pero si estamos en la plaza del pueblo, chocho! ¿No ves el reloj de sol, que te va a comer? Desde luego, cada día estas más cegata… Anda, vámonos para el insti, que ha venido un profe nuevo que me ha dicho Cassandra que está que cruje. ¿Ays, como se llama…? ¿Patón? ¿Pollón? ¡Platón, eso!!”

Yo no sé vosotros, pero yo me meo de la risa, poniéndome en situación de esas dos adolescentes griegas…

Besos, Petra

P.S. Ya sabéis que podéis comprar mi poemario «más dura será la caída» en las mejores librerías. Si no lo encontráis, no dudéis en preguntarme.

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