MUERTE DE UN MINISTRO

«El primer consejo, léase recomendación si se prefiere, es que el lector pase del prólogo, léase prefacio o como se quiera. Este tipo de sinopsis, introitos, o coitos o lo que sea, suelen tener la finalidad nada clara de reventar argumentos, dícese destripar historias, realizar estudios sesudísimos de aquello a lo que el lector no llega por falta de preparación y/o capacidad, léase el muy estúpido, y todo en un continente que se extiende hasta el punto en el que el sufrido leyente acaba por, tras mirar sobre sus hombros subrepticiamente a uno y otro lado, buscar el capítulo primero. Ya decía, creo que fue Gandhi, que no me expliques cómo ha sido el parto, que me enseñes al niño, ostias.

Por lo demás, decir que el paciente escribidor parece aquí intentar desmontar varios mitos demasiado arraigados en la sociedad, a saber, que para escribir hay que conocer previamente el final de la historia; diría él, como en el presente prólogo, si alguien me destripa el final para qué voy a seguir, aunque ese alguien sea yo mismo. Que para ser escritor hay que ser bastante inteligente, éste es particularmente jocoso. Que hay que tener cierto nivel de estudios, hombre, que hay que leer muchísimo, si, que me explique Pedro Vargas qué pastillas toma para no quedarse dormido.

De los críticos, que afirman del autor que nos ocupa, cosas como que todos los personajes son el mismo, o incluso la corriente crítica de éstos, que aseveran que todas las historias son la misma contada una y otra vez, para que hablar.

Y sobre lo que a continuación, los relatos cortos, léase  afortunadamente muy cortos, independientes, o interdependientes. Ya se está preparando un estudio, aunque ellos no lo sepan, acerca de las obsesiones del autor con la memoria, la política, la religión, el sexo, la verdad, el lenguaje, el tiempo, o dicho de otra manera, la desmemoria, la no política, el ateísmo recalcitrante, en no sexo, la farsa, la destrucción del lenguaje, la distorsión del tiempo, y otros aspectos importantísimos que incluso el propio autor desconoce y que pretenden acotar lo en ocasiones incalificable.

Pasen, pasen.»

Prólogo de «La muerte de un ministro» de Benjamín Nuñez

Como nunca me he fiado de las recomendaciones  literarias, en lugar de haceros una disertación sobre el libro que nos ocupa, dejo que sean las palabras del propio autor las que le definan. Lo podéis encontrar en amazon a un precio mas que asequible, en su edición digital e impresa.

Besos, Petra

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